Concepto y palabra son una misma substancia. El concepto es interno y la palabra es externa. Este proceso es semejante en todos los niveles de la Conciencia y en todas las dimensiones del espacio. Las ideas son únicamente conceptos abstractos. Las ideas son conceptos espirituales. Todas las cosas existentes en el mundo físico son copias de esos arquetipos.
Durante eso que en Oriente es llamado Shamadi, el iniciado puede visitar en viajes astrales o superastrales el mundo de los arquetipos espirituales.
El contenido místico de las sensaciones y emociones trascendentales no puede ser expresado en el lenguaje común. Las palabras solo pueden sugerirlos, señalarlos. Realmente sólo el Arte Regio de la Naturaleza puede definir esas emociones superlativas y trascendentales. En toda civilización serpentina (tántrica) se conoció el Arte Regio. Las pirámides de Egipto y México, la Esfinge milenaria, los viejos monolitos, los sagrados jeroglíficos, las esculturas de los dioses, etc., son los arcaicos testigos del Arte Regio que sólo habla a la Conciencia y a los oídos de los iniciados.
El iniciado aprende este Arte Regio durante el éxtasis místico.
V.M. Samael Aun Weor
Extasiarse es ciertamente un gozo indefinible que no solo abarca la naturaleza sensorial y psicológica sino que además produce en la humana anatomía una hipersensibilidad hacia lo bello y sublime, es decir, hacia aquello que resulta enormemente trascendente o trascendental. La experimentación de ese estado psíquico que renglones anteriores nos señala el V.M. Samael Aun Weor como Shamadi tiene dentro del hombre un instrumento de participación, y el mismo queda nuevamente definido como CONCIENCIA, sin entender jamás este término como «cultivo intelectual» sino, antes más bien, como «la facultad de aprehensión de lo visible e invisible», tal y como lo refería Kepler y el mismísimo Pauli.
Sería ciertamente enjundioso discurrir hondamente sobre esta capacidad cognoscitiva de la Conciencia y las variantes o fenómenos que de dicho acto se desprenden. Empero sí debemos enfatizar aquí que existe la posibilidad en todo ente humano de alcanzar el desarrollo de la Conciencia hasta sus máximas cotas; sin embargo, ello obligaría al hombre a tomar como tema de estudio principal su vida misma, ya que hoy por hoy el animal racional, equivocadamente llamado Hombre, es aún una crisálida en la que debe gestarse el Hombre auténtico, libre de toda clase de complejos, trabas psicológicas, impedimentos sociales, angustias, deseos y pasiones obscuras e incontroladas, etc.
Por ello en nombre de la verdad hemos de recalcar, a despecho de muchos psicólogos, psiquiatras o mentalistas contemporáneos, el hecho contundente de que la psiquis humana adolece de un profundo estado hipnótico que limita su campo de percepción no solo física sino también psíquica o espiritual.
Y si queremos conocer los escabrosos entretelones de esta terrible realidad, nada mejor que acudir a las fuentes de una antiquísima ciencia conocida remotamente como Philokalia, posteriormente llamada Gnosis, quedando resumida con el pasar de los siglos al vocablo Philosophia y más tarde disfrazada con el término de Psicología. Este conocimiento, algunas veces descrito como reservado a una élite de autoseleccionados, ha sido comentado muy atinadamente por el propio V.M. Samael Aun Weor de la siguiente forma:
Dado que los estudios gnósticos han avanzado mucho en los últimos años, ninguna persona culta caería hoy como antaño en el error simplista de hacer surgir las corrientes gnósticas de alguna exclusiva latitud espiritual. Si bien es cierto que debemos tener en cuenta, en cualquier sistema gnóstico, sus elementos helenísticos y orientales, incluyendo Persia, Mesopotamia, la India, el Tíbet, Palestina, Egipto, etc., nunca deberíamos ignorar los principios gnósticos contenidos y perceptibles en los sublimes cultos de los náhuatls, toltecas, aztecas, zapotecas, mayas, incas, chibchas, quechuas, etc., de Indoamérica.
Así, pues, es un error creer que la Gnosis es una simple corriente metafísica introducida en el seno del Cristianismo. Por el contrario, la Gnosis constituye una ACTITUD EXISTENCIAL con características propias, enraizada en la más antigua, elevada y refinada aspiración esotérica de todos los pueblos, cuya historia, lamentablemente, no es bien conocida por muchos antropólogos modernos.
La Gnosis es una doctrina síntesis, la primitiva de la humanidad, siendo por lo tanto su origen tan antiguo como el mundo. La palabra JINA, de la cual deviene el término Gnosis, no es sino la castellanización de dicha palabra latina; su verdadera escritura deriva del parsi y del árabe, y no es JINA, sino DJIN o DJINN, y así la vemos empleada por muchos autores. La JANA, GNANA, YANA o GNOSIS es, pues, la CIENCIA DE JANO, la Ciencia del Conocimiento lniciático, y las variantes de su nombre son muchas, existiendo una en cada lengua.
La finalidad de este conocimiento «especial» ha sido, como ya lo hemos planteado en páginas anteriores, el de revelar al sujeto humano muchas verdades que están más allá de sus sentidos ordinarios, ya que las gentes, por regla general, creen que solo están en relación con el mundo exterior, pero el Gnosticismo enseña que estamos igualmente en relación con un mundo interior o espacio psicológico.
Este mundo interior es mucho más extenso y contiene muchas cosas interesantes y de mayor realce que las contenidas en el entorno físico, hacia el cual siempre estamos asomados, utilizando únicamente las ventanas de los cinco sentidos.
La urgencia suscitada en los trasfondos del hombre en lo tocante a querer saber quién es, de dónde viene y hacia dónde va, ha constituido siempre una aspiración fundamental del mismo. A esa necesidad ancestral intenta responder la Gnosis, que como Conocimiento revelador, desentraña las verdades de contenido latentes en los Arquetipos ideológicos, místicos, filosóficos, científicos y artísticos de todos los tiempos. Miradas las cosas así, resulta oportuno acotar aquí unos cuantos postulados gnósticos contemporáneos, que nos dicen:
FENÓMENO es aquello que de alguna manera podemos percibir con nuestros sentidos físicos o bien a través de aparatos mecánicos. NOÚMENO es aquello que ni los sentidos ni los aparatos alcanzar a percibir de un fenómeno. ESENCIA es esa parte del fenómeno que no podemos percibir. Alcanzar la ESENCIA del fenómeno debe ser la finalidad del CONOCER. Existen varias teorías que pretenden explicar el problema del conocimiento, pero lo fundamental es que cada ser humano, como sujeto cognoscente, llegue hasta la VERDAD, es decir, que llegue a conocer lo qué es el fenómeno en sí mismo, no solo como apariencia sino también como esencia.
La Gnosis señala a este respecto que mientras la Conciencia permanezca embotellada entre el Yo, entre el Mí mismo, mis propios conceptos, mis teorías, etc., resulta imposible conocer directamente la cruda realidad de los fenómenos naturales tal como ellos son en sí mismos, y así también se nos hace imposible conocer el fondo real de los fenómenos sobrenaturales. Abrirse a lo nuevo es la difícil facilidad del sabio. Desgraciadamente, las gentes quieren ver y descubrir en todo fenómeno natural o extrasensorial sus propios prejuicios, preconceptos, opiniones y teorías; nadie sabe ser receptivo, nadie sabe ver lo nuevo con mente limpia y espontánea.
Que los fenómenos le hablen al sabio sería lo indicado; pero los sabios de estos tiempos no saben ver los fenómenos, solo quieren ver en los mismos la confirmación de todos sus preconceptos. Cuando exclusivamente vemos en los fenómenos de la Naturaleza, por ejemplo, nuestros propios conceptos, no estamos viendo los fenómenos, sino los conceptos. Dicho de otra forma: cuando intentamos inferir conceptos al observar tal o cual fenómeno dejamos de hecho de percibir la realidad del fenómeno y solo vemos en el mismo el reflejo de nuestras teorías y conceptos rancios, que en modo alguno tienen nada que ver con el hecho observado. Distíngase, pues, entre CONCEPTO y REALIDAD. Una cosa es el concepto y otra muy diferente la realidad de la vida libre en su movimiento.
|
|