El hombre es un trío de Cuerpo, Alma y Espíritu. El alma es el mediador entre el espíritu y el cuerpo. Un alma se tiene, un Espíritu se es. El Íntimo es el Altísimo dentro de nosotros. El Íntimo es el espíritu. El testamento de la sabiduría dice: "Antes de que la falsa aurora apareciera sobre la tierra, aquellos que sobrevivieron al huracán y a la tormenta alabaron al Íntimo, y a ellos se les aparecieron los heraldos de la aurora". Entre el hombre terrenal y el Íntimo está el alma. El alma tiene un cuerpo ultrasensible y material con el cual viaja a través del espacio. El cuerpo del alma es el cuerpo astral. Así pues el cuerpo astral tiene algo de humano y algo de divino. El cuerpo astral tiene su ultra fisiología y su ultra-patología íntimamente relacionadas con el sistema nervioso gran simpático y con nuestras glándulas de secreción interna. El cuerpo astral está dotado de maravillosos sentidos con los cuales podemos investigar los grandes misterios de la vida y de la muerte. Dentro del astral está la mente, la voluntad y la conciencia. Nuestros discípulos deben aprender a salir en cuerpo astral. Esto que estamos enseñando en este capítulo es una tremenda realidad. Desgraciadamente los hermanos de todas las escuelas espiritualistas ignoran totalmente el uso y manejo del cuerpo astral. A nosotros nos da dolor ver a los hermanos de las distintas organizaciones tan ignorantes sobre el uso y manejo del cuerpo astral. Los hermanos de las distintas escuelas espiritualistas viven en el astral con conciencia dormida. Cuando un hermano entra en la senda, los tenebrosos del sendero lunar suelen atacarlo durante el sueño. Los hermanos de la sombra asumen la figura del Gurú para extraviar a los discípulos. Ahora debemos comprender que es un delito no enseñar a los discípulos el uso y manejo práctico del cuerpo astral. Es necesario que los discípulos despierten su conciencia durante el sueño para que puedan defenderse de los ataques tenebrosos. Hacerse consciente del proceso del sueño no es peligroso. Nosotros debemos hacer conciencia de todas nuestras funciones naturales. Samael Aun Weor, Misterios Mayores (Capítulo 10)
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