CIENCIA CABALÍSTICA DE LA CREACIÓN |
escrito por Editor VOPUS | |
Es interesante que la Gnosis establezca la materia primordial con la que se realiza la Creación en el seno mismo de ese Espacio Abstracto Absoluto. Esta materia, llamada gnósticamente “PRAKRITI“, tomando una terminología indostánica, estaría en el inicio del Día Cósmico constituida por tres cualidades específicas llamadas GUNAS. La palabra "GUNA" tipifica justamente o se interpreta como: “cualidad primordial de la materia caótica o primaria”. Guna Rayas, otra es la Guna Tamas y al lado de ambas está la Guna Sattva. La Guna Rayásica señala el carácter de la ACCIÓN DEL SER, la Guna Tamásica tipifica el carácter de la NO ACCIÓN DEL SER y la Guna Sáttvica indica el EQUILIBRIO DEL SER. Incuestionablemente que el SER para los gnósticos no es una teoría filosófica, ni tampoco un concepto; el SER, gnósticamente hablando, ha de ser interpretado como la Energía Divina que palpita en el interior del Hombre, en otras palabras, el PNEUMA o Espíritu Divino de todos los textos gnósticos antiguos, y posee actualidad y presencia en todos los ámbitos de la vida del hombre. La Gnosis contemporánea posee los métodos y disciplinas esotéricas mediante los cuales es posible que cada hombre y cada mujer lleguen a conocer su verdadera realidad interior, es decir, su Real Ser interior; pues este SER, que viene a ser la misma Mónada de la que hablaba Leibniz, y que a causa de la doctrina de Pitágoras (esencialmente gnóstica) quedó siendo llamada MÓNADA PITAGÓRICA, ha de emanar en la aurora de esa creación primordial o Día Cósmico, su Alma Humana, la cual habrá de descender desde los AEONES o Dimensiones Superiores del Espacio, hasta el mundo terráqueo o mundo material. Y una vez aquí, habrá de luchar para religarse con ese Espiritu Divino del cual emanó. Este periplo del Alma es lo que los gnósticos de hoy día llamán Autorrealización íntima del Ser. La Teología Gnóstica apuntala firmemente que el alma del hombre, el alma de los Ángeles, de los Dioses y Diosas del universo, la estructura de los mundos, de las galaxias, etc.; estuvo y está formada de materia cósmica (Prakriti en lengua indostánica), con sus respectivas características señaladas antes por las Gunas que acabamos de describir. Antes del comienzo del Día Cósmico o Maha-Manvantara, dichas Gunas estaban equilibradas por estar en conexión con la voluntad del PANTOCRATOR o Dios engendrador. Empero, una vez iniciada la creación y secuencialmente realizada la aparición de los Cosmos en los que tendría lugar la vida en sus distintas manifestaciones, las Gunas o características de la materia caótica, comenzaron a desequilibrarse a causa del alejamiento mismo de la voluntad suprema. A causa de ello, se fueron creando leyes y leyes, para regir dichos órdenes de mundos y todo lo que en los mismos se fue generando. Estas Leyes vinieron a ser, para infortunio de Pistis Sophia (Alma Humana), influencias (positivas y negativas) de diversa índole, y barreras que quedaron establecidas y que devienen por tanto como espacios a reconquistar y pruebas a superar por parte de Pistis Sophía en su trayectoria iniciática. Indubitablemente, una vez caída en desgracia Pistis Sophía, una vez que deviene prisionera de todas las Leyes, carga las características de su propia materia cósmica totalmente desequilibradas. De esta manera la Guna Rayásica se transforma en acción egoica (en lugar de la acción del SER), la Guna Tamásica se convierte en la no acción del yo o ego animal (es decir en pereza y repulsa hacia la acción del SER), y la Guna Sattvica va desapareciendo, y con ello va desapareciendo igualmente el equilibrio anímico. Este desorden se convierte en causa común de todos los sufrimientos del hombre en la tierra, y contribuye al reforzamiento de todo el amasijo psíquico que encarcela y azota constantemente a Pistis Sophía. El gran filósofo y profesor de la Universidad de la Sorbona, Serge Hutin, declara en su opúsculo titulado LOS GNÓSTICOS, cosas como estas: “Aprisionado, arrojado a un mundo inferior y malévolo, el gnóstico se siente abandonado en el desierto y la desolación, víctima de una inmensa y terrible soledad; aspira desesperadamente a un más allá del mundo, a un dominio que concibe como el de la verdadera vida, el de la libertad y la plenitud. Somos, y ésta es una de las palabras claves de la Gnosis, ajenos al mundo, y el mundo nos es ajeno (étranger). El gnóstico descubre que por su esencia originaria pertenece a un más allá y a la raza (génos) de los Elegidos o Inquebrantables, de los seres superiores, hipercósmicos. Si se siente fuera de su patria, exiliado en el mundo terrenal, es porque experimenta la nostalgia lacerante de la patria original de la que ha caído”. Este auto-encierro anímico dejó, según la Gnosis, al alma de los hombres, incapacitada para comprender los misterios divinos y la redujo a marioneta controlada entonces por estos engendros diabólicos (los yoes, el ego). Así fue como el hombre conoció el dolor y la muerte, y su condición, a partir de entonces, fue la de esclavo de las Leyes Divinas, que los castigan incesantemente desde hace eternidades. Según los Evangelios Gnósticos, antes de la caída angélica, Pistis Sophía disfrutaba de un esplendor original, y su morada era el Pleroma, un Aeón en el que la Luz no se consume nunca jamás. Este Aeón es parte de los elevados Aeones que constituyen el Absoluto de los gnósticos. El filósofo y V.M. Samael Aun Weor, nos describe brevemente esas regiones ultra-sagradas de esta manera: El Absoluto es nuestro hogar verdadero de donde un día salimos, y a donde un día regresaremos vestidos con la túnica de Maestros del Cosmos. Allí viviremos infinitamente felices, entre la poderosa sabiduría de las tinieblas superiores (entiéndase esto último como la extracción que hace el alma del conocimiento que le proporciona el pecado, con la correspondiente superación del mismo por medio de la purificación). En tales regiones de manifestación divina, dice la Gnosis, solo existe la única Ley, que no es otra que la del Padre Todopoderoso (Padre Eterno Cósmico Común) y, en consecuencia, tan solo reina la felicidad suprema que lo abarca todo. En este Océano de Luz, siempre según la Gnosis, la materia está desprovista de pecados y por ello rige el orden, el equilibrio total, la paz eterna, etc. En el siglo pasado (siglo XX), el restaurador de la Gnosis eterna, el V.M. Samael Aun Weor, creó, en base a sus propias vivencias e investigaciones, un cuerpo de doctrina que desvela todos los misterios concernientes a la liberación del material anímico de la humanidad. Este cuerpo doctrinario abarca, no solo una dialéctica constituida por más de setenta obras y unas ochocientas conferencias dictadas oralmente a sus seguidores o discípulos, sino, además, una didáctica extraordinaria que permite al ente humano realizar, en sí mismo, la susodicha REVOLUCIÓN INTERIOR. Extracto del libro “EL HOMBRE, LAS LEYES Y EL ABSOLUTO” de OSCAR UZCÁTEGUI (V.M. Kwen Khan)
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